jueves, 17 de junio de 2010

Los adornos exteriores del escudo

Una parte importante de las armerías son lo que se denominan adornos u ornamentos exteriores del escudo.

Los más puristas dirán que la heráldica se ocupa únicamente de aquellos elementos que se encuentran dentro del campo del escudo y que, por lo tanto, aquello que queda fuera, no es parte sustancial del escudo.

Desde mi punto de vista, si bien la afirmación anterior no deja de ser cierta, creo que los adornos exteriores son también importantes en las composiciones heráldicas, ya que nos indican, sobre todo, la categoría del propietario del escudo.

No obstante, también es cierto que, en muchas ocasiones, la vanidad hace que los adornos exteriores eclipsen lo verdaderamente importante, que es el escudo en sí, convirtiendo la composición en algo recargado y falto de toda estética. Y como curiosidad, apuntar que a menudo, cuanta más categoría tiene el dueño del escudo, más simple y adecuado es éste.

El adorno, a mi modo de ver, más importante, es el timbre. Como se ha dicho ya en este blog, el timbre es el elemento que se coloca en la parte superior del escudo y que nos indica la categoría de la persona que lo posee.

El timbre más habitual es la corona, en sus diferentes grados. Desde la real,


pasando por la de príncipe,


infante,



duque,



marqués,


conde,




vizconde,


barón,


hasta la de señor señor.



Aquellas personas nobles pero que no ostentan título nobiliario, timbran sus armas con un yelmo orientado hacia la diestra. Si estubiera orientado hacia la siniestra, denotaría bastardía.


Los eclesiásticos timbran sus escudos con un capelo. El capelo es el sombrero de ala ancha propio de los hombres de la Iglesia. De las alas penden unos cordones terminados en borlas que quedan sobre el pecho. En función del número de borlas y del color del timbre, sabremos la dignidad que ostenta el propietario del escudo.

Así, los cardenales timbran sus armas con un capelo de gules con quince borlas dispuestas en cinco órdenes a cada lado;



los arzobispos lucen capelo de sinople de diez borlas en cuatro ordenes por lado. Acolado un báculo con dos traviesas;


los obispos, también timbran sus armas con capelo de sinople con 6 borlas por lado dispuestas en tres ordenes. Acolado, un báculo con una traviesa;


los canónigos, capelo de sable con dos borlas por lado dispuestas en dos órdenes;



también negro para los sacerdotes con una borla por lado;




los diáconos también capelo de sable pero sin borlas.



Finalmente, el Papa, timbra sus armas con una tiara o triple corona y acola las llaves de la Iglesia puestas en sotuer o aspa.




En el exterior del escudo también se pueden encontrar lo que genéricamente se denominan tenantes. No obstante, encontramos tres categorías de los mismos en función de si aquello que sostiene al escudo son personas, animales o cosas.

Si son personas, se denominan tenantes;



si son animales, se les llama soportes;






y si son cosas, sostenes.

Los tenantes, soportes o sostenes, no necesariamente han de ser dos y estar colocados a ambos lados del escudo sino que, como en el caso de las armas de Tàrrega (Lérida), puede ser un único elemento acolado a las mismas.


No obstante, las figuras de santos que sujetan un escudo, no se les considera tenantes sino sostenes.

Como se acaba de exponer, otro adorno exterior del escudo es aquél que queda detrás del mismo, es decir, que está acolado.
Así, los caballeros de las distintas órdenes militares, y solo si son militares, acolan a su escudo el emblema propio de su orden.

Como por ejemplo la cruz de Calatrava,




o la de Malta.




Como se ha hablado anteriormente, los obispos y los arzobispos acolan también a sus armas un báculo símbolo de su ministerio. Así, los obispos acolan un báculo con una sola traviesa y los arzobispos con dos. Solo el Papa puede usar tres.

Como adornos exteriores del escudo, encontramos también las condecoraciones, que se colocan alrededor y, en función de la categoría de la misma, se hacen salir de distintas partes del escudo. La insignia de la orden o condecoración deberá ir siempre pendiendo de la punta del escudo. Así, aquellas personas que ostenten una condecoración en grado de collar, colocará este saliendo del timbre del escudo; si es una gran cruz, deberá salir del jefe; para aquellas personas que ostenten una condecoración en categoría de placa, la condecoración saldrá del centro de los flancos del escudo; para la encomienda, la cinta saldrá de los flancos de la punta y para la cruz, la cinta quedará colgando de la punta. Para ver ilustraciones de este tema emplazo al lector a que visite el extraordinario Blog de Herálidica, a cargo de José Juan Carrión Rangel, Comandante del Cuerpo de Intendencia del Ejército del Aire, Diplomado en Heráldica por el Instituto de Historia y Cultura Militar, Caballero de la Real Hermandad de Caballeros de San Fernando y auténtico experto en estas ciencias.

Otro elemento exterior, son los lambrequines. Estos no son más que unos penachos que sales de detrás del timbre y caen alrededor del escudo en forma de hojas entrelazadas. Deben ser siempre de los mismos esmaltes que el escudo.



Para terminar, es necesario hablar de la cimera. Esto es el adorno que se coloca en la parte superior del yelmo. Es un elemento puramente decorativo, no obstante, antes del siglo XVI se usaba en la batalla para engrandecer a su portador y hacerlo más impresionante ante sus enemigos.