jueves, 24 de mayo de 2012

Reseña


Reseña que, de la conferencia recomendada el viernes y celebrada el lunes sobre el virrey Amat, hizo La Vanguardia el pasado martes día 22.

El hombre que pudo ser Tahití

El ciclo sobre los virreyes catalanes en América concluye con la colosal figura de Manuel Amat

Justo Barranco
Barcelona

Una figura colosal. Un personaje a través del cual se puede conocer de primera mano la política exterior española del siglo XVIII. Un hábil militar y eficaz político que, además, se empapó en Italia de la cultura del Renacimiento y del Barroco, que luego llevaría a América, a la arquitectura de Lima. Es el famoso virrey Amat, Manuel Amat i Junyent, nacido en Vacarisses en 1704 en una aristocrática familia y que de 1761 a 1776 sería virrey del Perú. Y sería un gran gobernante, explicó ayer la catedrática de Historia moderna de la Universitat de Barcelona María Ángeles Pérez Samper en una conferencia que serró el ciclo Virreyes catalanes en América.

Y es que, señaló la profesora, Amat supo defender el vastísimo territorio del virreinato del Perú en una época complicada debido a la amenaza inglesa, y además acrecentó los ingresos por la extracción de plata, vitales para llevar a cabo el proyecto ilustrado en España. Él mismo promovió la cultura –señaladamente las matemáticas- y grandes programas de obras públicas, en cuyos diseños arquitectónicos intervino.

De hecho, Amat sería importante para los intereses de la monarquía española del siglo XVIII: cuando el objetivo era el Mediterráneo, recuperar Nápoles y Sicilia, el joven Amat luchó allí, destacando en la batalla de Bitondo. Luego, cuando el objetivo fue el Atlántico –el XVIII fue la época de máxima extensión de los territorios españoles en América-, sería gobernador de Chile y virrey del Perú, donde reforzó las defensas, organizó una administración eficaz, fomentó la economía y realizó expediciones a la isla de Pascua y a la actual Polinesia francesa que, dijo Pérez Samper, pudo ser española: la isla de Tahití fue bautizada como isla de Amat y se envió una misión que no arraigó.

Tampoco faltaron anécdotas en su vida amorosa: soltero, escandalizó a la sociedad peruana por sus amores con la actriz Micaela Villegas, apodada La Perricholi y cuya historia dio pie a una opereta de Offenbach. Y cuando regresó a Barcelona septuagenario, casó con la joven Francesca Fiveller, a la que su sobrino había pedido matrimonio sin materializarlo, dejándola en difícil situación. Vivieron en el palacio que Amat había erigido en la Rambla, pero él murió pronto, en 1782, y el palacio se conocería como de la Virreina.

Alfonso Martínez de Irujo, duque de Aliaga y presidente de la Fundación Cultural de la Nobleza Española, que coorganizaba el ciclo con la Residència d’Investigadors –sede del acto- y la Fundación Santander, cerró la sesión satisfecho de haber proyectado luz sobre el poco conocido papel de la nobleza catalana y vaticinó nuevas charlas para profundizar en él y agradeció a Javier Godó, conde de Godó, presente en el acto, su colaboración y ayuda en el ciclo.