Artículo publicado el pasado lunes en La Vanguardia con motivo de las bodas de oro de SS. MM. los Reyes.
Juan Carlos y Sofía: la boda de los tres síes
'Nos casamos, ¿eh?'. Así le proponía matrimonio el príncipe Juan
Carlos a su querida "Sofi". El joven heredero, 24 años a la sazón,
obtuvo con tan espontánea petición el primero de los cuatro "síes" que
marcarían sus vidas para siempre.
Teresa Mª Amiguet Molina
Atenas, diez y doce minutos. La princesa Sofía pronuncia en griego
el primero de los ‘sí quiero’, ‘ne thélo’, en la catedral de San
Dionisio. El rito litúrgico católico la convierte en esposa del príncipe
Juan Carlos. Una hora más tarde, Sofía repite estas mismas palabras en la catedral de Santa María por
el rito ortodoxo, durante una ceremonia autorizada por Juan XXIII. La
jornada nupcial se cierra con el matrimonio civil, celebrado en el Salón
del Trono del Palacio Real. Juan Carlos y Sofía se convierten así en la única pareja real obligada a pronunciar el 'sí quiero' el mismo día en tres ceremonias diferentes, oficiadas a su vez en tres lenguas diferentes: castellano, griego y latín. Esta es la principal
anécdota de una jornada nupcial jalonada de curiosidades. Desvelamos
algunas de las más interesantes:
- El evento nupcial logró convocar a instancias de la madre de la novia, la Reina Federica, a un gran número de integrantes del Ghota: 143 miembros de 27 monarquías en total. No se había dado tal
concentración de Reyes y príncipes desde el matrimonio de Isabel de
Inglaterra con Felipe de Edimburgo.
- La pareja real contaría con ocho princesas como damas de honor aunque, dato curioso, ninguna de ellas ostentaba el título de heredera.
- La prensa de la época señaló la sorpresa que causó la ausencia de representantes de la corona belga.
- El público asistente en las calles alcanzó el el medio millón de personas
y pagó hasta mil dracmas (alrededor de 1.900 pesetas de la época) por
disponer de un buen lugar desde el que visualizar el desfile del cortejo
nupcial. 3.000 personas se desplazaron desde España.
- La carroza que condujo a la novia junto a su padre, el Rey Pablo,
había sido fabricada en 1875 para la frustrada coronación de Enrique V,
duque de Chambord, y era una réplica de la que utilizó el zar Nicolás II tras su coronación en la visita que hizo a Francia. Restaurada para la
ocasión, había sido forrada en seda blanca con galones de oro. La
decoraban los escudos de la casa real griega y su tiro estaba formado
por seis caballos blancos.
- 45.000 claveles rojos y amarillos provenientes de Catalunya y Valencia ornaban el interior y la fachada de la catedral de San Dionisio, marco de la primera de las ceremonias.
- El traje de la princesa, diseñado por Jean Desses, portaba una cola de siete metros.
El velo que cubría su cabeza era el mismo que lució la Reina Federica
en su boda. La diadema de diamantes con eslabones helénicos que la
sujetaban era regalo de ésta última y sería utilizada a su vez por la princesa Letizia el día de su enlace.
- La condesa de Barcelona, madre del novio, tuvo la deferencia de vestir un traje largo de color azul, principal color de la bandera Griega.
- La novia, nerviosa, olvidó solicitar a su padre el permiso que el protocolo exigía para dar el sí quiero. Compungida, no pudo
evitar las lágrimas. Juan Carlos, a punto de convertirse en su esposo,
le prestó solícito su pañuelo. Este hecho curiosamente haría historia al
repetirse en la boda de la infanta Elena, su primogénita.
- Las alianzas se confeccionaron con el oro de unas monedas del emperador Alejandro Magno.
- El acontecimiento no pudo ser retransmitido en directo por televisión,
ya que no existía en Grecia. Los servicios de Eurovisión realizaron una
filmación que fue enviada a Roma, desde donde se realizó la emisión.
- El banquete culminó con un brindis pronunciado por los padres de los novios, el Rey Pablo y Don Juan de Borbón, en honor a sus hijos.
- Los novios se intercambiaron sendos regalos: el
príncipe obsequió a su prometida con una sortija adornada con un grueso
rubí y ella, a su vez, le entregó una pitillera de oro trenzado cerrada
con un broche de zafiros.
- El anillo que siempre luce el rey en su dedo meñique fue regalo de su suegra, la Reina Federica. Se trata de una pieza del
siglo V antes de Cristo en la que se halla labrado un camafeo de ágata
anaranjada.
- Aunque Franco no acudió al evento (el ministro de Marina español, almirante Felipe Abárzuza, acudiría en su representación), sí regaló a la princesa Sofía una diadema de brillantes transformable en collar o doble broche. La infante Cristina luciría la joya el día de su enlace con Iñaki Urdangarín.
- La duquesa de Alba fue la artífice de una curiosa
iniciativa a fin de que los españoles que lo desearan pudiesen realizar
su personal obsequio a la pareja, abriendo una cuenta corriente
destinada a ello en el Banco de España.
- La monumental tarta nupcial que puso el broche final al suntuoso banquete
con el que se obsequió a los invitados se alzaba cuatro pisos, decorada
con unas elaboradas cadenas floreadas. Se sustituyó la tradicional
figura de los novios por una corona que dominaba su cúspide.
- Los recién casados abandonaron el Palacio Real con destino al puerto de Torcolimos, a 30 kilómetros de distancia, en un coche deportivo decorado con las latas de rigor y con una naranja que atravesaba la antena.
- Partieron de allí en viaje de novios a bordo de un
yate de lujo que portaba el sugerente nombre de ‘Eros’. El armador
Niarchos lo había cedido a los novios para que pasaran su luna de miel,
un viaje alrededor del mundo que les ocuparía cuatro meses.