Barcino al descubierto
El derribo de dos fincas expropiadas permitirá mostrar 40 metros de la muralla romano-medieval
El Ayuntamiento pone en marcha un plan para exhibir los restos urbanos de la Barcelona romana
Vida
|
13/05/2012 - 03:00h
Las puertas de la ciudad. En la plaza Nova aún sobreviven las dos
torres de defensa que flanqueaban una de las puertas de entrada a
Barcino
Ana Jiménez
Santiago Tarín
Barcelona ,
Silvia Angulo
Barcelona
Lleva ahí desde el siglo I antes de Cristo, pero para muchos barceloneses su descubrimiento es una sorpresa. Barcino, la ciudad romana, sigue presente en el paisaje de la actual Barcelona,
y en especial la impresionante muralla que la circunvalaba. El
Ayuntamiento recuperará ahora 40 metros más de su perímetro y debate
cómo salvaguardar y mostrar a ciudadanos y turistas este patrimonio
singular.
De hecho, cómo preservar y enseñar la muralla ha sido el eje de las jornadas que se celebraron en el Museu d'Història de Barcelona. Según el director de esta institución, Joan Roca, los debates han permitido dar un salto cualitativo en el conocimiento de la fortificación. Y el Ayuntamiento está por la labor de revelar este pasado romano.
Un paso ya está dado. Dos fincas de la calle Sots-Tinent Navarro, los números 14 y 16, han sido expropiadas y este año serán derribadas, cuando se compruebe que su desaparición no causa daños a otros inmuebles colindantes. Con ello se permitirá ver unos 40 metros más de esta fortaleza. El teniente de alcalde de Cultura, Jaume Ciurana, explicó que esperan que este tramo de muralla esté bien conservado, como ha ocurrido antes en otras actuaciones similares. Sin embargo, matiza que "no sabremos en que estado se encuentra el perímetro hasta que se produzca el derribo". Ciurana también recuerda que en breve abrirá sus puertas el hotel de lujo de la calle Lledó -un proyecto de Rafael Moneo, recientemente galardonado con el premio Príncipe de Asturias- que conserva y pone en valor un lienzo que se podrá visitar, ya que se trata de un Bien Cultural de Interés Nacional. Con estas actuaciones quedará a la vista una tercera parte de los 1.270 metros que se cree tenía la fortificación.
Además, en los próximos meses se actuará en la plaza de los Traginers, a unos pocos metros de donde se encuentran las dos fincas expropiadas de la calle Sots-Tinent Navarro. Dos locales comerciales de la plaza guardan más joyas arqueológicas, localizadas en la década 1950: en su interior subsiste una torre redonda y una arcada gótica que permanecieron olvidadas durante años. La intención del Consistorio es recuperarlas y poderla mostrarlas al público, después de efectuar un estudio. Por lo que hace referencia a las fincas 18 y 20, propiedad de las monjas Carmelitas, y que el Ayuntamiento ambiciona también con el fin de descubrir parte de la muralla, Ciurana sostiene que "ahora no es el momento".
En este punto, el edil explica que el Ayuntamiento está llevando a la práctica un plan para recuperar los restos urbanos de Barcino. Vestigios que se hallaron hace un tiempo pero que permanecen ocultos para los barceloneses. De esta manera, "se podrán incorporar a los itinerarios turísticos y culturales que muestran la Barcelona romana", aclara Ciurana. Actuaciones que permitan completar de manera visible el mapa y el alma de Barcino, una herencia que se encuentra en el derecho y en la propia lengua. Como ejemplo, habla de un mosaico descubierto en el número 15 de la calle Avinyó en el interior de un edificio municipal con referencias a la música.
Lo cierto es que la Barcino romana aún sobrevive en muchos puntos de la Barcelona actual, en el Gòtic. El crecimiento de la urbe provocó que muchos vestigios quedaran integrados en edificios posteriores y se han convertido en parte del paisaje, por ese motivo son unos desconocidos hasta para muchos barceloneses. Y este fenómeno también ha permitido conservar este patrimonio, que así ha llegado hasta nuestros días. Su recuperación es ahora un objetivo, como en el caso de la muralla; un proceso que es hasta psicológico, puesto que, en palabras de Joan Roca, la antigua muralla ha pasado de ser antaño un impedimento a un monumento.
Es un viaje en el tiempo, que nos lleva hasta el siglo I a.C. Augusto es el emperador en Roma y decide emplazar al norte de Tarraco una colonia, que servirá para instalar a sus veteranos de las legiones y a colonizadores itálicos, que se mezclarán también con los íberos que poblaban la zona. Su nombre es Colonia Iulia Augusta Paterna Faventia Barcino, y crece alrededor de una elevación que es el Mons Taber, a 16,9 metros sobre el nivel del mar. Se estructura de la misma forma que un campamento militar: de forma hexagonal, dispone de cuatro puertas de acceso que corresponden a las dos calles principales, el cardo y el decumanus, que se cruzan en un punto que es el foro. En la plaza pública se erige un gran templo para gloria del emperador. Es un asentamiento de diez hectáreas, en el que viven unas 5.000 personas, protegido por una muralla.
A finales del siglo III comienza a planificarse reforzar el sistema defensivo, debido a las incursiones de los francos. En el siglo IV se levanta, pegada a la anterior, una nueva muralla, reforzada con 76 torres de defensa que llegan a tener 28 metros de alto, unidas por un camino de ronda. El aspecto debía de ser imponente: una fortaleza en medio de una llanura que mereció el apelativo de ciudad coronada por esa proliferación de torres defensivas. No era una gran urbe, pero tenía una gran importancia estratégica.
Joan Roca cuenta como en las década de los veinte y de los treinta del pasado siglo hubo un gran impulso a la recuperación de la muralla. Este trabajo paciente y prolongado ha permitido que Barcino vuelva a asomarse. Por eso hoy es posible llevar a cabo un emocionante recorrido por la antigua ciudad romana. Sabemos que una de las antiguas puertas estaba en la plaza Nova, donde se conservan las dos torres que vigilaban en acceso. A lo largo de la Via Laietana son visibles lienzos de la muralla y torres. En la plaza de los Traginers se conserva otra torre de defensa. Accediendo por el Museu d'Història de la Ciutat, en la plaza del Rei, se puede bajar al nivel de la urbe antigua y ver su trazado y los almacenes. A pocos metros, en la calle Paradís, se conservan columnas del templo de Augusto.
Las actuaciones más recientes se han desarrollado en la calle Regomir, en el Pati Llimona. En este punto estaba la puerta que daba a la playa. Quizás a 100 o 150 metros estaba el mar, no el puerto, que se ubicaba en Montjuïc, pero por aquí se cobraban los impuestos por las materias que ingresaban en la villa mediante la navegación de cabotaje y el desembarco en la misma arena. Aquí se han recuperado dos termas (una para mujeres y otra para hombres) que estaban extramuros, y las catas arqueológicas han revelado que luego se construyeron almacenes y, tal vez, la vivienda de un personaje principal. Además, integrado en el edificio, se puede observar tanto las dos murallas (la del siglo I a.C. como la del IV DC) como una espectacular torre que podía tener 20 metros de altura, y que es posible contemplar desde una escalera moderna.
Esta urbe romana era "una ciudad próspera en tiempos difíciles", define Joan Roca, con una función importante hasta bien entrada la edad media. Ahora, nuestro pasado se nos muestra: Barcelona recupera Barcino.
De hecho, cómo preservar y enseñar la muralla ha sido el eje de las jornadas que se celebraron en el Museu d'Història de Barcelona. Según el director de esta institución, Joan Roca, los debates han permitido dar un salto cualitativo en el conocimiento de la fortificación. Y el Ayuntamiento está por la labor de revelar este pasado romano.
Un paso ya está dado. Dos fincas de la calle Sots-Tinent Navarro, los números 14 y 16, han sido expropiadas y este año serán derribadas, cuando se compruebe que su desaparición no causa daños a otros inmuebles colindantes. Con ello se permitirá ver unos 40 metros más de esta fortaleza. El teniente de alcalde de Cultura, Jaume Ciurana, explicó que esperan que este tramo de muralla esté bien conservado, como ha ocurrido antes en otras actuaciones similares. Sin embargo, matiza que "no sabremos en que estado se encuentra el perímetro hasta que se produzca el derribo". Ciurana también recuerda que en breve abrirá sus puertas el hotel de lujo de la calle Lledó -un proyecto de Rafael Moneo, recientemente galardonado con el premio Príncipe de Asturias- que conserva y pone en valor un lienzo que se podrá visitar, ya que se trata de un Bien Cultural de Interés Nacional. Con estas actuaciones quedará a la vista una tercera parte de los 1.270 metros que se cree tenía la fortificación.
Además, en los próximos meses se actuará en la plaza de los Traginers, a unos pocos metros de donde se encuentran las dos fincas expropiadas de la calle Sots-Tinent Navarro. Dos locales comerciales de la plaza guardan más joyas arqueológicas, localizadas en la década 1950: en su interior subsiste una torre redonda y una arcada gótica que permanecieron olvidadas durante años. La intención del Consistorio es recuperarlas y poderla mostrarlas al público, después de efectuar un estudio. Por lo que hace referencia a las fincas 18 y 20, propiedad de las monjas Carmelitas, y que el Ayuntamiento ambiciona también con el fin de descubrir parte de la muralla, Ciurana sostiene que "ahora no es el momento".
En este punto, el edil explica que el Ayuntamiento está llevando a la práctica un plan para recuperar los restos urbanos de Barcino. Vestigios que se hallaron hace un tiempo pero que permanecen ocultos para los barceloneses. De esta manera, "se podrán incorporar a los itinerarios turísticos y culturales que muestran la Barcelona romana", aclara Ciurana. Actuaciones que permitan completar de manera visible el mapa y el alma de Barcino, una herencia que se encuentra en el derecho y en la propia lengua. Como ejemplo, habla de un mosaico descubierto en el número 15 de la calle Avinyó en el interior de un edificio municipal con referencias a la música.
Lo cierto es que la Barcino romana aún sobrevive en muchos puntos de la Barcelona actual, en el Gòtic. El crecimiento de la urbe provocó que muchos vestigios quedaran integrados en edificios posteriores y se han convertido en parte del paisaje, por ese motivo son unos desconocidos hasta para muchos barceloneses. Y este fenómeno también ha permitido conservar este patrimonio, que así ha llegado hasta nuestros días. Su recuperación es ahora un objetivo, como en el caso de la muralla; un proceso que es hasta psicológico, puesto que, en palabras de Joan Roca, la antigua muralla ha pasado de ser antaño un impedimento a un monumento.
Es un viaje en el tiempo, que nos lleva hasta el siglo I a.C. Augusto es el emperador en Roma y decide emplazar al norte de Tarraco una colonia, que servirá para instalar a sus veteranos de las legiones y a colonizadores itálicos, que se mezclarán también con los íberos que poblaban la zona. Su nombre es Colonia Iulia Augusta Paterna Faventia Barcino, y crece alrededor de una elevación que es el Mons Taber, a 16,9 metros sobre el nivel del mar. Se estructura de la misma forma que un campamento militar: de forma hexagonal, dispone de cuatro puertas de acceso que corresponden a las dos calles principales, el cardo y el decumanus, que se cruzan en un punto que es el foro. En la plaza pública se erige un gran templo para gloria del emperador. Es un asentamiento de diez hectáreas, en el que viven unas 5.000 personas, protegido por una muralla.
A finales del siglo III comienza a planificarse reforzar el sistema defensivo, debido a las incursiones de los francos. En el siglo IV se levanta, pegada a la anterior, una nueva muralla, reforzada con 76 torres de defensa que llegan a tener 28 metros de alto, unidas por un camino de ronda. El aspecto debía de ser imponente: una fortaleza en medio de una llanura que mereció el apelativo de ciudad coronada por esa proliferación de torres defensivas. No era una gran urbe, pero tenía una gran importancia estratégica.
Joan Roca cuenta como en las década de los veinte y de los treinta del pasado siglo hubo un gran impulso a la recuperación de la muralla. Este trabajo paciente y prolongado ha permitido que Barcino vuelva a asomarse. Por eso hoy es posible llevar a cabo un emocionante recorrido por la antigua ciudad romana. Sabemos que una de las antiguas puertas estaba en la plaza Nova, donde se conservan las dos torres que vigilaban en acceso. A lo largo de la Via Laietana son visibles lienzos de la muralla y torres. En la plaza de los Traginers se conserva otra torre de defensa. Accediendo por el Museu d'Història de la Ciutat, en la plaza del Rei, se puede bajar al nivel de la urbe antigua y ver su trazado y los almacenes. A pocos metros, en la calle Paradís, se conservan columnas del templo de Augusto.
Las actuaciones más recientes se han desarrollado en la calle Regomir, en el Pati Llimona. En este punto estaba la puerta que daba a la playa. Quizás a 100 o 150 metros estaba el mar, no el puerto, que se ubicaba en Montjuïc, pero por aquí se cobraban los impuestos por las materias que ingresaban en la villa mediante la navegación de cabotaje y el desembarco en la misma arena. Aquí se han recuperado dos termas (una para mujeres y otra para hombres) que estaban extramuros, y las catas arqueológicas han revelado que luego se construyeron almacenes y, tal vez, la vivienda de un personaje principal. Además, integrado en el edificio, se puede observar tanto las dos murallas (la del siglo I a.C. como la del IV DC) como una espectacular torre que podía tener 20 metros de altura, y que es posible contemplar desde una escalera moderna.
Esta urbe romana era "una ciudad próspera en tiempos difíciles", define Joan Roca, con una función importante hasta bien entrada la edad media. Ahora, nuestro pasado se nos muestra: Barcelona recupera Barcino.