A raíz de los recientes acontecimientos en los que se ha visto envuelto S. M. el Rey en los últimos días tras su accidente cinegético, como recomendación de hoy se propone el artículo de opinión de don José Antich, Director de La Vanguardia publicado el pasado lunes sobre la figura del Jefe del Estado. Desde mi punto de vista tiene toda la razón.
La salud del Rey
Veinticuatro horas después de la operación a la que fue sometido en
la madrugada del sábado el rey Juan Carlos, los portavoces médicos han
asegurado que el Monarca se recupera satisfactoriamente de la
intervención en la cadera tras la caída que sufrió en Botsuana mientras
se encontraba de cacería. Es, quizás, la única buena noticia de un
asunto que ha sobresaltado a la opinión pública, desconocedora de la
agenda privada del Rey, que nunca se acostumbra a dar a conocer. Don
Juan Carlos ha tenido un percance y se le ha colocado una prótesis de
cadera, algo relativamente habitual en personas de su edad y que en
otras circunstancias a lo mejor incluso no tendría mayor importancia.
Pero en estos momentos en que las instituciones son observadas con lupa
por una opinión pública mucho más exigente, la cacería de elefantes del
Monarca en Botsuana ha despertado un murmullo de desaprobación que no es
bueno para la institución. Sólo hace falta estar atentos al latir de la
calle para darse cuenta del desliz cometido. La actitud del Rey al
frente de la Jefatura del Estado no ha de ser juzgada por este
incidente, como muy bien han querido señalar con firmeza desde el
Gobierno de Mariano Rajoy. Al presidente le corresponde despachar
regularmente con el jefe del Estado, algo que efectúa semanalmente, que
hizo antes del viaje a Botsuana y que se repetirá el próximo viernes en
la Zarzuela, dentro de la más estricta normalidad institucional. La
monarquía se ha revelado a lo largo de más de tres décadas tremendamente
útil para los intereses de los españoles. Es de desear que esa línea se
mantenga y se refuerce.