Ya esta querido
lector. Esta es la última entrada referente a la polémica sobre el escudo de la
villa de Llagostera. Ya no le molesto más.
He reservado la
última entrada para exponer algunas reflexiones propias, que surgen a raíz de
lo que hemos venido leyendo estos días. Ventajas de ser el redactor.
La crítica forma
parte de la personalidad desde que el mundo es mundo, pero en determinados lugares,
este aspecto del ser humano, pesa más que en otros.
Lamentablemente,
España es uno de esos lugares. Y lo es ya que entre los magníficos ejemplares
de nuestra ibérica fauna se encuentra el criticonus
ibericus, más conocido como criticón común. Se trata de una especie animal de
amplia difusión en todo el territorio peninsular, pues se adapta perfectamente
a cualquier hábitat.
Su capacidad de
adaptación es legendaria, y no es difícil observarlos durante sus salidas
cinegéticas. ¿Quién no ha visto a grupos de criticones ante las obras, en la
calle, comentando la labor del sufrido peón? Incluso, para más inri, se
permiten aconsejarle sobre la cantidad de agua que hay que echar al mortero, o
sobre el tipo de ladrillo a emplear para
tal o cual estructura. Estos criticones
forman parte de la subespecie criticonus
ibericus architectus y suelen ser ejemplares de edad avanzada.
Los bares son
otro de los lugares preferidos de esparcimiento y descanso de esta especie. Ahí
pueden dar rienda suelta a su personalidad, sobre todo los lunes, cuando
comentan los partidos de fútbol, o de cualquier otro deporte (que en esto, el
criticón común no hace distinciones, pues es el carroñero por excelencia de la
fauna ibérica). Estos ejemplares son de la subespecie criticonus ibericus sportistus.
A pesar de todo,
estas subespecies son bastante pacíficas. Incluso tienen su encanto.
No obstante, en
este hábitat de los bares, que es donde el criticón se siente más cómodo, reina
otra subespecie de criticón común: el criticonus
criticonus ibericus. Este es el rey de los criticones. El macho alfa. El
dominante. Acecha medio escondido entre las mesas, esperando a que se desate
alguna polémica en la que poder meter mano. Y lo mismo se atreve con el fútbol
que con la política. Con los toros que con la última exposición del museo del
Prado. No le hace ascos a nada, porqué de todo sabe. Los miembros de esta
subespecie son pocos, pero hacen mucho ruido. Defienden sus argumentos con
vehemencia, procurando que todo el mundo les oiga, aunque estén equivocados. ¡Y
pobre del que les muestre su estupidez! Entonces es cuando aparece el lado más
primario de esta especie y cualquiera puede salir mal parado, pues el criticonus criticonus no dudará en
utilizar, cuantos medios estén a su alcances, para desacreditar a su
adversario. Por ejemplo, escribir cartas a los periódicos.
No hay que bajar
nunca la guardia con el criticonus
criticonus puesto que, aunque suele encontrarse en los bares, su gran
capacidad camaleónica, le permite moverse por cualquier lugar sin levantar
sospechas. Esperando el momento adecuado para atacar.
Esta subespecie
es la que se permite, desde la más completa ignorancia sobre el asunto,
criticar la labor del Asesor de Heráldica y Geneología de Cataluña en la
oficialización del escudo de la villa de Llagostera. Y lo hace sin tener ni la
más remota idea. Sin saber que la heráldica es un arte, pero que
también es una ciencia, y, como tal, tiene sus normas y sus reglas.
Por favor, igual
que los heraldistas (permítame que en un ataque de vanidad me considere a mi
mismo heraldista) no nos metemos a opinar sobre química o sobre ingeniería
informática, sería un detalle que los que no tienen ni idea sobre la ciencia
del blasón, se limiten a sus labores, que, con la que está cayendo, es lo más
sensato.