Las cuatro columnas del Palau de la Generalitat, 1.900 años de historia
El Institut d'Arqueologia Clàssica reconstruye el viaje de los cuatro pilares desde Troya hasta el centro de Barcelona.
Vida
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30/01/2012 - 02:26h
Toni Orensanz
La roca de granito que pica el cantero de Troya es
una verdadera mole. Es lógico. De ella tiene que salir una columna de
unos seis metros de altura y de unas veinte toneladas de peso. Su
destino, al otro lado del Mediterráneo, es la Tarraco romana, donde
dicha columna de granito, junto a otras, terminará por levantarse en el
foro provincial coincidiendo, probablemente, con la estancia del
emperador Adriano en la ciudad. Pero por todopoderoso que se creyera el
emperador, ni él ni nadie podrían haber aventurado, en aquel siglo II
d.C. que cuatro de esas mismas columnas llegadas de Troya seguirían
presidiendo –unos 1.900 años más tarde– la fachada principal del palacio
de una institución llamada Generalitat de Catalunya, en Barcelona.
Ésta es la historia de esas cuatro columnas que, esculpidas hace casi
dos mil años, siguen cumpliendo su cometido en la plaza de Sant Jaume.
Las investigaciones llevadas a cabo durante años por el Institut Català
d'Arqueologia Clàssica (ICAC) han permitido reconstruir este largo
viaje en el espacio y en el tiempo. "Este es un buen ejemplo de cómo,
antiguamente, la reutilización de materiales arquitectónicos era la cosa
más habitual del mundo y a nadie se le ocurría mandarse construir una
columna si por allí cerca ya las había antiguas y en buen estado",
razona Jordi López, investigador del ICAC.
Las columnas de granito de la región de Troya (la Tróade),
en la actual Turquía, fueron, durante siglos, algunas de las
manufacturas arquitectónicas más conocidas del Mediterráneo. "Se
consideraba este granito un material perdurable y de mucha calidad, y no
hay que perder de vista que los patricios romanos que aspiraban a un
cierto estatus social siempre intentaban utilizar materiales que les
sirvieran para poner de relieve su poder", reflexiona Isabel Rodà,
directora del ICAC. Como sucede hoy en día, no todos los materiales
tenían la misma consideración. No era lo mismo un cotizadísimo porfirio
rojo egipcio que cualquier otro mármol. Según qué materiales –y el
granito de la Tróade es uno de ellos– eran, pues, una verdadera
exhibición de poderío social y económico.
De ahí que los 45 fustes de granito de la Tróade documentados hasta
la fecha en Tarragona –todos ellos, además, de dimensiones similares–
lleven a suponer a los investigadores que fueron importados para un
mismo conjunto arquitectónico de una gran magnitud y relevancia
institucional. No todos tenían la capacidad económica de costear el
transporte, vía marítima, de una cantidad tan elevada de columnas de
grandes dimensiones, que ya llegaban completamente terminadas
(prefabricadas, que diríamos hoy).
La principal hipótesis de los investigadores del ICAC, a falta de
pruebas concluyentes, es que todo este conjunto de columnas viajeras
debió de llegar a Tarraco con motivo de la estancia del emperador
Adriano en la ciudad, que tuvo lugar durante el invierno del 122-123
d.C.
El destino de los fustes habría sido el foro provincial y, más
concretamente, el templo dedicado al emperador Augusto, restaurado en
aquella época. Coronaban las columnas capiteles de mármol del Proconeso,
en la actual Turquía.
Sea como fuere, Roma se vino abajo y con el paso del tiempo las
columnas imperiales eran un material demasiado valioso como para ser
desaprovechado. "Sabemos gracias a algunas noticias antiguas que algunas
de ellas fueron utilizadas en la construcción de una iglesia, hoy
desaparecida, en la zona de Sant Pere Sescelades, unos kilómetros al
norte de Tarragona", cuenta Isabel Rodà.
Fue en el siglo XVI cuando las columnas troyanas de esta primigenia
iglesia empezaron a ser reutilizadas y así fue como, en el año 1598,
cuatro de ellas fueron trasladadas hasta Barcelona para presidir la
fachada del palacio de la Generalitat.
"Es evidente que detrás del traslado a Barcelona se encuentra Pere
Blai, que es el arquitecto a quien se encarga el diseño y las obras de
la fachada del palacio que da a la plaza de Sant Jaume", asegura Jordi
López. Hasta aquella fecha, pese a haber nacido en Barcelona, Pere Blai,
considerado el mayor exponente de la arquitectura renacentista en
Catalunya, había desarrollado la mayor parte de su carrera en las
comarcas de Tarragona. Blai conocía bien la ciudad de Tarragona y la
antigua iglesia de Sant Pere Sescelades, de donde, en 1582, ya había
sacado dos de sus columnas romanas para colocarlas –y ahí siguen– en la
puerta de acceso a la capilla del Santíssim de la catedral de Tarragona.
Así pues, unos años más tarde, lo único que hizo el insigne
arquitecto renacentista fue repetir la operación, pero con cuatro de los
fustes llegados desde Troya, en lugar de dos, y en esta ocasión, con
Barcelona como destino. El traslado de los cuatro fustes gigantescos se
hizo por mar tras recibir la correspondiente autorización del Consejo
Municipal de Tarragona.
Según el relato del historiador local José Sánchez Real (en su libro
Obra menor III): "El día 9 de diciembre de 1598 recibieron los cónsules
de Tarragona una carta de los diputados en la que se les decía que
necesitando cuatro columnas para la portalada y teniendo noticia de la
existencia de algunas en Tarragona, pedían que se las cedieran". Según
este mismo historiador, las autoridades municipales de Tarragona
accedieron a la petición que les llegaba desde Barcelona, siempre y
cuando no se tocara ninguna de las columnas que tuvieran alguna utilidad
en las construcciones de la antigua iglesia de Sant Pere Sescelades que
todavía se mantenían en pie.
"Pere Blai necesitaba columnas bien conservadas y nobles, que le
fueran bien para una obra solemne como la que se le había encomendado, y
las encontró en Tarragona, algo que además resultaba mucho más barato
que construirlas de nuevo", reflexiona la directora del ICAC. Y ahí
siguen, en una plaza de Sant Jaume que poco se parece, eso sí, a la de
la época, que era mucho más pequeña.
En la Tarragona de hoy en día, columnas troyanas hermanas de las
cuatro del palacio de la Generalitat pueden observarse en el Passeig
Arqueològic y hasta en algún parterre, como elemento decorativo. Es el
caso de los cuatro fragmentos de granito que decoran una gran rotonda
frente al hotel Imperial Tarraco y con vistas al Mediterráneo y al
anfiteatro. Testimonios todos ellos, ya sea de relleno en una rotonda o
en palacios ilustres, de una historia que arrancó hace casi dos mil años
en una cantera de la Tróade, cuando los romanos dominaban todo un
imperio.