Los orígenes del condado de Barcelona se remontan hasta el siglo VIII cuando la invasión musulmana que asolaba el reino visigodo de la Península saltó a Francia.
La confrontación de los musulmanes con los francos hizo que estos, como respuesta defensiva, crearan lo que se conoce como Marca Hispánica.
Esta dominación se hace efectiva tras la conquista de Barcelona por el rey de Aquitania Ludovico Pío,
hijo y heredero de Carlomagno.
Barcelona se convierte en capital del condado del mismo nombre que se encontraba bajo soberanía de los reyes francos.
La primera persona designada conde de Barcelona fue Bera, hijo de Guillermo I de Tolosa,
Bera inició una política de preservación de la paz con Al-Ándalus, lo que motivó que fuera acusado de traición ante el rey por Sanila, lugarteniente del hermanastro de Bera, Gaucelmo, conde de Rosellón, Ampurias, Conflent y Rasés.
Siguiendo las costumbres de la época, el pleito se resolvió mediante un “duelo judicial” en el propio palacio imperial. Sanila venció a Bera, con lo que este tuvo que admitir los cargos de los que se le acusaba. Fue acusado de traidor y debería haber sido condenado a muerte. No obstante, el emperador Ludovico Pío
Tras la destitución de Bera, el gobierno del condado de Barcelona pasó a manos de nobles francos como Bernardo de Septimania o Rampón.
Los godos no recuperarían la confianza de los francos hasta el año 844, en que Sunifredo de Urgell-Cerdaña fue nombrado conde de Barcelona tras la muerte de Bernardo.
Con el paso del tiempo, las soberanía de los reyes francos sobre el condado de Barcelona se va diluyendo hasta el punto en que acaba consolidandose en manos de los godos al afirmarse los derechos sucesorios de los condados en las familias que los ostentaban. Así mismo, también contribuyó el hecho de que los pequeños condados originales se fuesen uniendo en entidades territoriales y políticas más amplias y tendiesen a agruparse alrededor del condado de Barcelona.
El hijo de Sunifredo, Guifré el Pilós (Wilfredo el Velloso),
que fue el último conde elegido por los francos, fue el principal impulsor de la nueva organización condal, agrupando bajo su mando varios condados (Urgell, Cerdaña, Barcelona, Gerona y Osona).
Durante el siglo X, los condes de Barcelona van incrementando su autoridad y se alejan de la influencia de los reyes francos hasta que el conde Borrell II
es requerido a prestar juramento a la nueva dinastía real franca, la Capeta, que sustituía a la Carolingia, pero no acude al llamamiento. Esto es a causa del malestar que supuso que el rey franco ignorara la petición de ayuda del conde Borrell II al ser atacada Barcelona por las tropas de Almanzor, teniendo que refugiarse el conde en la montaña de Montserrat. Este hecho se considera la consecución “de facto” de la independencia del condado de Barcelona respecto a la corona franca. No obstante, la independencia “de iure” no se conseguiría hasta el año 1258, cuando el rey Jaime I
firmó el Tratado de Corbeil.
A raíz del matrimonio de Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona con Petronila de Aragón,
Tras el Compromiso de Caspe, a raíz de la muerte sin descendencia de Martín el Humano,
la dinastía reinante pasó a ser la Trastámara, siendo coronado rey de Aragón Fernando I.
A pesar de la unión con Castilla, el reino de Aragón continuó manteniendo sus fueros propios hasta que fueron abolidos con los Decretos de Nueva Planta
tras la Guerra de Sucesión. Esto supone la extinción de la Corona de Aragón y, por extensión el Condado de Barcelona como entidad jurídica propia.
Hoy en día el conde de Barcelona es S. M. el Rey. Anteriormente lo fue su padre, Don Juan.