Como ya se comentó, las Diputaciones del General eran unas comisiones temporales encargadas de recaudar los tributos durante unas Cortes. Nacieron en las Cortes de Monzón de 1289, pero no se estructuraron definitivamente hasta 1356, con la Guerra de los dos Pedros, cuando se convirtieron en comisiones permanentes y se estructuraron de manera definitiva.
La estructura que se otorgó a esta comisión, ya permanente fue de doce diputados, cuatro por cada Brazo y otros tantos “oïdors de comptes”. Estos “oïdors” eran como una especie de auditores encargados de revisar las cuentas de la Diputación. Posteriormente se redujeron a seis diputados. Dos por cada Brazo.
La Diputación la presidía uno de los diputados eclesiásticos, considerado Presidente de la Generalitat, siendo el primero Berenguer de Cruïlles, obispo de Gerona y antepasado, muy pasado, del redactor de este blog.
En un principio, se trataba de un organismo de carácter únicamente fical y tributario hasta que, con las reformas de 1413, empieza a adquirir competencias políticas.
De esta manera, la Diputación del General o Generalitat, se convierte en un verdadero poder ejecutivo, con atribucines como velar para que las Constituciones de Cataluña y otras leyes del Principado fueran respetadas tanto por el rey como por sus oficiales. Igualemente velaba por el cumplimiento de los pactos de las Cortes .
Este aumento del poder jurisdiccional de la Diputación la llevó a enfrentarse en numerosas ocasiones a la Corona, convirtiéndose en un contrapoder. Estos enfrentamientos tuvieron su punto culminante entre 1462 y 1472 con Juan II de Aragón.
Tuvo su sede en Barcelona desde el 03 de septiembre de 1400, cuando los representantes de los Tres Brazos Alfons de Tous, Jaume Marc y Ramon Desplà compraron al comerciante Pere Brunet una casa en la calle Sant Honorat por 38.500 sueldos que, tras posteriores amplizciones y remodelaciones acabaría convirtiéndose en el actual Palacio de la Generalitat.
La Diputación del General continuó activa hasta que quedó abolida tras la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, concretamente hasta el 16 de septiembre de 1714, en que el superintendente de Cataluña José Patiño y Rosales leyó el decreto por el que quedaba suprimida esta institución.